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Lectura diaria de la Biblia

domingo, 10 de abril de 2011

10 de Abril 2011 – Domingo

 

Mundo: Si los ateos abrieran el oído, escucharían la palabra de vida: ¡Lázaro, ven afuera! Y saldrían de su oscuridad y de su muerte.

 

Fe: El que está vivo y cree en mí no morirá para siempre.

 

Ez 37, 12-14: Así dice el Señor: Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor: os infundiré mi espíritu y viviréis; os colocaré en vuestra tierra, y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago. Oráculo del Señor.   
 

Sal 129, 1-8: Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

                                            

Rm 8, 8-11: Los que están en la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene Espíritu de Cristo no es de Cristo. Si Cristo está con vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.    

 

Juan 11, 1-45: Un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana, había caído enfermo. María era la que ungió al Señor con perfumes y le enjugó los pies con su cabellera: el enfermo era su hermano Lázaro. Las hermanas de Lázaro le mandaron recado a Jesús diciendo: Señor, tu amigo está enfermo. Jesús, al oírlo, dijo: esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo se quedó todavía dos días donde estaba. Sólo entonces dijo a sus discípulos: Vamos otra vez a Judea. Los discípulos le replicaron: Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver allí?. Jesús contestó: ¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza porque le falta la luz. Dicho esto añadió: Lázaro, nuestro amigo, está dormido: voy a despertarlo. Entonces le dijeron sus discípulos: Señor, si duerme, se salvará. Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les replicó claramente: Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa. Entonces Tomás, apoderado el Mellizo, dijo a los demás discípulos: Vamos también nosotros y muramos con él. Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darle el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta respondió: Sé que resucitará en la resurrección del último día. Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?. Ella le contestó: Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo. Y dicho esto fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja: El Maestro está ahí y te llama. Apenas lo oyó, se levantó y salió a donde estaba él: porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba  aún donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María donde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole: Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, sollozó y, muy conmovido, preguntó: ¿Donde lo habéis enterrado?. Le contestaron: Señor, ven a verlo. Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: ¡Cómo lo quería!. Pero algunos dijeron: Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?. Jesús, sollozando de nuevo, llegó a la tumba. Era una cavidad cubierta con una losa. Dijo Jesús: Quitad la losa. Marta, la hermana del muerto, le dijo: Señor, ya huele mal porque lleva cuatro días. Jesús le replicó: ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?. Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado. Y dicho esto, gritó con voz potente: Lázaro, ven afuera. El muerto salió, los pies y las manos atadas con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: Desatadlo y dejadlo andar. Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al  ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Lectura diaria de la Biblia

sábado, 9 de abril de 2011

9 de abril 2011 – Sábado

 

Mundo: Ante Cristo, nadie queda indiferente: quien no está con él está contra él.

 

Fe: Jamás ha hablado nadie como Jesús, pero no creemos por lo bien que habla sino por lo que dice y por el bien que hace.

Algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían: Éste es de verdad el profeta. Otros decían: Éste es el Mesías. Pero otros decían: ¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?. Y así surgió entre la gente una discordia por su causa. Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima. Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y estos les dijeron: ¿Por qué no lo habéis traído?. Los guardias respondieron: Jamás ha hablado nadie como ese hombre. Los fariseos les replicaron: ¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos. Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?. Ellos le replicaron: ¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas. Y se volvieron cada uno a su casa.

 

Jr 11, 18-20; Sal 7, 2-3.9-12 . Juan 7, 40-53   

Lectura diaria de la Biblia

viernes, 8 de abril de 2011

8 de abril 2011 – Viernes

 

Mundo: La palabra que salva parece molestar: por eso fue perseguido Cristo y lo es su Iglesia.

 

Fe: A mí me conocéis, y conocéis de donde vengo: por eso te proclamamos Dios y Señor.

Recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las tiendas. Después que sus parientes se marcharon a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas. Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: ¿No es éste el que intentan matar? Pues mirad como habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que éste es el Mesías? Pero éste sabemos de donde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de donde viene. Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: A mí me conocéis, y conocéis de donde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ese vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado. Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.

 

Sb 2, 1a.12-22; Sal 33, 17-23 . Juan 7, 1-2.10.25-30   

Lectura diaria de la Biblia

jueves, 7 de abril de 2011

7 de abril 2011 – Jueves

 

Mundo: No queréis venir a mí para tener vida. ¿Dónde la encontrarán?

 

Fe: El cristiano da fe a los escritos de Moisés y a las palabras de Jesús.

Dijo Jesús a los judíos: Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro que da testimonio de mí, y se que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: la obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su semblante, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no le creéis. Estudiáis las escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y se que el amor de Dios no está en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ése si lo recibiréis. ¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no dais fe a sus escritos, ¿Cómo daréis fe a mis palabras?

 

Ex 32, 7-14; Sal 105, 19-23 . Juan 5, 31-47   

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miércoles, 6 de abril de 2011

6 de abril 2011 – Miércoles

 

Mundo: La autosuficiencia de muchos les impide honrar al Padre y al Hijo.

 

Fe: Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna.

Dijo Jesús a los judíos: Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo. Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no sólo abolía el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios. Jesús tomó la palabra y les dijo: Os aseguro: El Hijo no puede hacer por su cuenta nada que no vea hacer al Padre. Lo que hace éste, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que ésta para vuestro asombro. Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo el juicio de todos, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo envió. Os lo aseguro: Quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no se le llamará a juicio, porque ha pasado ya de la muerte a la vida. Os aseguro que llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán. Porque, igual que el Padre dispone de la vida, así ha dado también al Hijo el disponer de la vida. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el hijo del Hombre. No os sorprenda, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio. Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.   

 

Is 49, 8-15; Sal 144, 8-9.13-14.17-18 . Juan 5, 17-30   

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martes, 5 de abril de 2011

5 de abril 2011 – Martes

 

Mundo: Jesús diría hoy a los paralíticos de espíritu: Toma la camilla y echa a andar. ¿Lo escucharían?

 

Fe: Has quedado sano, no peques más. El pecado es la mayor enfermedad.

Se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Ésta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: ¿Quieres quedar sano?. El enfermo le contestó: Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado. Jesús le dice: Levántate, toma tu camilla y echa a andar. Y al momento el hombre quedó sano. Tomó su camilla y echó a andar. Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano: Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla. Él les contestó: El que me ha curado es quien me ha dicho: Toma tu camilla y echa a andar. Ellos le preguntaron: ¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?. Pero el que había quedado sano no sabía quien era, porque Jesús, aprovechando el barullo de aquel sitio, se había alejado. Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor. Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado. Por esto los judíos acosaban a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado

 

Ez 47, 1-9.12; Sal 45, 2-9 . Juan 5, 1-3a.5-16   

Lectura diaria de la Biblia

lunes, 4 de abril de 2011

4 de abril 2011 – Lunes

 

Mundo: Jesús se quejaba: Como no veáis prodigios no creéis. ¿Y los que ni viendo milagros creen?

 

Fe: Quien tiene experiencia de la presencia de Dios no necesita milagros para creer en Jesús.

Salió Jesús de Samaría para Galilea. Jesús mismo había hecho esta afirmación: Un profeta no es estimado en su propia patria. Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verle, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. Jesús le dijo: Como no veáis signos y prodigios, no creéis. El funcionario insiste: Señor, baja antes de que se muera mi niño. Jesús le contesta: Anda, tu hijo está curado. El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo estaba curado. Él les preguntó a que hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: Hoy a la una lo dejó la fiebre. El padre cayó en la cuenta de que ésa era la hora cuando Jesús le había dicho: Tu hijo está curado. Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.

 

Is 65, 17-21; Sal 29, 2-6.11 . Juan 4, 43-54   

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domingo, 3 de abril de 2011

3 de Abril 2011 – Domingo

Mundo: Ante el gran milagro, algunos enredan con cuestiones capciosas, robando la gloria a Cristo.

Fe: El ciego curado por Jesús no dudó en confesar al verlo: Creo, Señor.

1S 16, 1b.6-7.10-13a: Dijo el Señor a Samuel: Llena la cuerna de aceite y vete, por encargo mío, a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me he elegido un rey. Cuando llegó, vio a Eliab y pensó: Seguro, el Señor tiene delante a un ungido. Pero el Señor le dijo: No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón. Jesé hizo pasar a siete hijos suyos ante Samuel; y Samuel le dijo: Tampoco a éstos los ha elegido el Señor. Luego preguntó a Jesé: ¿Se acabaron los muchachos?. Jesé respondió: Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las ovejas. Samuel dijo: Manda por él, que no nos sentaremos a la mesa mientras no llegue. Jesé mandó a por él y lo hizo entrar: Era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo. Entonces el Señor dijo a Samuel: Anda, úngelo, porque es éste. Samuel tomó la cuerna de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento, invadió a David el Espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante.
 

Sal 22, 1-6: El Señor es mi pastor, nada me falta.

                                            

Ef 5, 8-14: En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz (toda bondad, justicia y verdad son frutos de la luz), buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien poniéndolas en evidencia, pues hasta ahora da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas. Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz. Por eso dice: Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz.

Juan 9, 1-41: Al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron: Maestro, ¿Quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego?. Jesús contestó: Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día tengo que hacer las obras del que me ha enviado. Viene la noche y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo. Dicho esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo: Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado). Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: ¿No es ése el que se sentaba a pedir?. Unos decían: El mismo. Otros decían: No es él, pero se le parece. Él respondía: Soy yo. Y le preguntaban: ¿Y cómo se te han abierto los ojos?. Él contestó: Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lave, y empecé a ver. Le preguntaron: ¿Dónde está él?. Contestó: No lo sé. Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: Me puso barro en los ojos, me lave y veo. Alguno de los fariseos comentaba: Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado. Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?. Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: Y tú, ¿Qué dices del que te ha abierto los ojos?. Él contestó: Que es un profeta. Pero los judíos no se creyeron que aquel había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y le preguntaron: ¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego ¿Cómo es que ahora ve?. Sus padres contestaron: Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse. Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos: porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: Ya es mayor, preguntádselo a él. Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador. Contestó él: Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo. Le preguntaron de nuevo: ¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?. Les contestó: Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso: ¿Para qué queréis oírlo otra vez?, ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?. Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de donde viene. Replicó él: Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de donde viene, y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder. Le replicaron: Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?. Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: ¿Crees tú en el Hijo del hombre? Él contestó: ¿Y quién es, Señor, para que crea en él?. Jesús le dijo: Lo estás viendo; el que te está hablando, ése es. Él dijo: Creo, Señor. Y se postró ante él. Dijo Jesús: Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos. Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: ¿También nosotros estamos ciegos?. Jesús les contestó: si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís que veis, vuestro pecado persiste.     

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sábado, 2 de abril de 2011

2 de abril 2011 – Sábado

 

Mundo: Algunos se sienten seguros de sí mismos y desprecian a los demás.

 

Fe: Ante la grandeza de Dios, el hombre sólo puede decir: ¡Ten compasión de este pecador!

Algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión  de este pecador”. Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

 

Os 6, 1b-6; Sal 50, 3-4.18-21 . Lucas 18, 9-14   

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viernes, 1 de abril de 2011

1 de abril 2011 – Viernes

Mundo: El escriba sabía los mandamientos de la Ley; los mundanos de hoy prefieren otros.

Fe: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.

Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: ¿Qué mandamiento es el primero de todos?. Respondió Jesús: El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que éstos. El escriba replicó: Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios. Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Os 14, 2-10; Sal 80, 6-11.14.17 . Marcos 12, 28b-34