El fin del mundo a la vuelta de la esquina

Si nos dijesen que el fin del mundo está a la vuelta de la esquina, seguro que nos alarmaríamos.

Más de uno haría una reflexión profunda y cambiaría muchos hábitos.

Seguro que muchos se reconciliarían con familiares u otras personas, con las que un día, por motivos casi siempre nimios, rompieron la amistad.

Muchos otros, alejados del bien, o de las buenas obras, por su lejanía con Cristo, fuente de sabiduría, amor y estimulo para la acción positiva, para la aceptación del otro (trata a tu prójimo como a ti mismo) sobre todo al más necesitado. Seguro que ante esta noticia se lo pensarían dos veces.

Muchas personas, de saber que el mundo se acaba, volverían a la concordia, se harían más humanas.

El enfrentamiento con el más allá a más de uno le pone los pelos de punta.

Eso de dejar el coche, el móvil, la cervecita, y otros lujos o comodidades, no es plato de buen gusto.

Y lo que es más importante, dejar de ver a nuestros seres queridos y amigos, también llevaría a la reflexión. Y quizá a plantearse algunos cambios.

Sabemos que algunos obramos mal por ignorancia, pero el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento. El que obra mal siempre será castigado, siempre lo pagará, aquí o allí. Por eso en el fondo, cuando uno se siente merecedor de un castigo por algo que hizo mal y no le pillaron y no se ha arrepentido de corazón, siempre queda ese remordimiento de conciencia y esa necesidad de ponerse a bien con la otra parte o como mínimo necesita del arrepentimiento.

La muerte cercana invita a dar un nuevo giro a nuestra vida, ante todo a llenarnos de serenidad, valorar más el tiempo, la vida, como la oportunidad de hacer el bien.

Para el que cree que la vida es larga, piensa que ya tendrá tiempo de hacer el bien y llevarse bien con su entorno y con la naturaleza. Hay una promesa del Creador: Si creemos en Él y contribuimos a mejorar su obra tendremos vida eterna. Y yo digo ¿Qué son sesenta, ochenta años en relación a la eternidad? A mi me parece un soplo, una oportunidad de saber que estamos vivos, y de poner manos a la obra para actuar de manera positiva, sin dañar el entorno ni ofender a nadie, sino todo lo contrario.

El fin del mundo está a la puerta aunque parece mentira. Desgraciadamente para muchos hoy les tocará, me refiero a todos aquellos que morirán hoy, para los que morirán mañana, para los que morirán pasado mañana y así sucesivamente. Creemos que no nos va a tocar (muerte accidental) pero incluso la muerte natural cuando menos cuenta nos demos, llegaremos a los cincuenta, después a los sesenta, los setenta, los ochenta, y ¿Qué quedará de nosotros entonces? ¿Que somos? ¿Que podemos hacer de aquello que dejamos para después? Aun en el caso de vivir una larga vida, si no hemos sido previsores, ¿Qué hemos acumulado de nobles acciones, para poder presentarlas si en el otro sitio nos piden cuentas? Y aunque no nos pidan cuentas, para satisfacción nuestra, ¿Qué hemos hecho que nos lleve a decir «misión cumplida»? ¿Estoy preparado para lo que venga? Si es así, la paz interior que recibiremos sería el mejor premio y si hay otro mayor bienvenido sea.

Todos quisiéramos que el fin del mundo no viniese nunca, pero la realidad es, que diariamente viene para muchos y a muchos de ellos no les piílla preparados y mucho menos con la satisfacción personal por el deber cumplido.

Empecemos hoy a cambiar, que no se sabe cuando llegará la fatídica hora. Suerte.

 

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