Lectura diaria de la Biblia

7 de noviembre 2021 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.

Papa Francisco: El episodio evangélico de hoy resalta dos figuras opuestas: el escriba y la viuda. El escriba representa las personas importantes, ricas, influyentes; la viuda representa a los últimos, a los pobres, a los débiles. En realidad, el juicio resuelto de Jesús se refiere a aquellos que alardean de su posición social, que se enorgullecen del título “rabí”, es decir, maestro, a quienes les gusta que le reverencien y ocupar los primeros puestos. Lo peor es que su ostentación es sobre todo de naturaleza religiosa, porque rezan, dice Jesús “so capa de largas oraciones” y se sirven de Dios para proclamarse como los defensores de su ley. Y esta actitud de superioridad de vanidad los lleva a despreciar a los que cuentan poco o se encuentran en una posición económica de desventaja, como es el caso de las viudas. 1. Jesús desenmascara este mecanismo perverso: denuncia la opresión instrumentalizada de los débiles por motivos religiosos, diciendo claramente que Dios está de lado de los últimos. 2. Y para grabar esta lección en la mente de los discípulos, les pone un ejemplo viviente: una viuda pobre, cuya posición social era insignificante porque no tenía un marido que pudiera defender sus derechos, y por eso era presa fácil para algún acreedor sin escrúpulo. Esta mujer, que echará en el tesoro del templo solamente dos moneditas, todo lo que le quedaba, y hace su ofrenda intentando pasar inadvertida. Pero, precisamente con esta humildad, ella cumple una acción de gran importancia religiosa y espiritual. Ese gesto lleno de sacrificio no escapa a la mirada de Jesús, que, al contrario, ve brillar en él el don total de sí mismo en el que quiere educar a sus discípulos. 3. La enseñanza que Jesús nos da hoy nos ayuda a recobrar lo que es esencial en nuestras vidas y favorece una relación concreta y cotidiana con Dios. Hermanos y hermanas, las balanzas del Señor son diferentes a las nuestras. Pesa de manera diferente a las personas y sus gestos: Dios no mide la cantidad sino la calidad, escruta el corazón, mira la pureza de las intenciones. Esto significa que nuestro “dar” a Dios, en la oración y a los demás en la caridad, debería huir siempre del ritualismo y del formulismo, así como de la lógica del cálculo, y debe ser expresión de gratuidad, como hizo Jesús con nosotros: nos salvó gratuitamente, no nos hizo pagar la redención. Nos salvó gratuitamente. Y nosotros debemos hacer las cosas como expresión de gratuidad (11-11-2018).

1Reyes 17, 10-16: Se alzó el profeta Elías y fue a Sarepta. Traspasaba la puerta de la ciudad, en el momento en que una mujer viuda recogía por allí leña. Elías la llamó y le dijo: Por favor, tráeme un poco de agua en el jarro para que beba. Cuando ella fue a traérsela, él volvió a gritarle: Tráeme, por favor, en tu mano un trozo de pan. Ella respondió: Vive el Señor, tu Dios, que no me queda pan cocido; sólo un puñado de harina en la orza y un poco de aceite en la alcuza. Estoy recogiendo un par de palos, entraré y prepararé el pan para mí y mi hijo; lo comeremos y luego moriremos. Respondió Elías: No temas. Entra y haz como has dicho, pero antes prepárame con la harina una pequeña torta y tráemela; para ti y tu hijo la harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: “La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor conceda lluvia sobre la tierra”. Ella se fue y obró según la palabra de Elías y comieron él, ella y su familia. Por mucho tiempo la orza de harina no se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, según la palabra que había pronunciado el Señor por boca de Elías.

Salmo 145, 7-10: Alaba, alma mía, al Señor.

Hebreos 9, 24-28: Cristo entró no en un santuario construido por hombres, imagen del auténtico, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena. Si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde la fundación del mundo. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de los tiempos, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo. Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez; y después de la muerte, el juicio. De la misma manera, Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, para salvar a los que lo esperan.

Marcos 12, 38-44: Jesús, instruyendo al gentío, les decía: ¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plazas, buscan los asientos de honor en la sinagoga y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, y aparentan hacer largas oraciones. Esos recibirán una condenación más rigurosa. Estando Jesús sentado enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban mucho; se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante. Llamando a sus discípulos les dijo: En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.

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