Lectura diaria de la Biblia

22 de agosto 2021 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.

Papa Francisco: En el Evangelio de hoy, Jesús revela el origen de sus bendiciones cuando habla a sus discípulos. Muchos de ellos estaban desolados, confusos y también enfadados, debatiendo sobre aceptar o no sus “palabras duras”, tan contrarias a la sabiduría de este mundo. Como respuesta, el Señor les dice directamente: 1. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Estas palabras, con su promesa del don del Espíritu Santo, rebosan de vida para nosotros que las acogemos desde la fe. Ellas indican la fuente última de todo el bien: el Espíritu de Dios, que insufla constantemente vida nueva en el mundo, en los corazones, en las familias y en las parroquias. Cada nuevo día en la vida de nuestras familias y cada nueva generación trae consigo la promesa de un nuevo Pentecostés, un Pentecostés doméstico, una nueva efusión del Espíritu, el Paráclito, que Jesús nos envía como nuestro Abogado, nuestro Consolador y quien verdaderamente nos da valentía. Cuanta necesidad tiene el mundo de este aliento que es don y promesa de Dios… 2. En la segunda lectura de hoy, san Pablo nos dice que el matrimonio es una participación en el misterio de fidelidad eterna de Cristo a su esposa, la Iglesia. Pero esta enseñanza, aunque magnífica, tal vez pueda parecer a algunos una “palabra dura”. Porque vivir en el amor, como Cristo nos ha amado, supone la imitación de su supremo sacrificio, implica morir a nosotros mismos para renacer a un amor más grande y duradero. Solo ese amor puede salvar al mundo de la esclavitud del pecado, del egoísmo, de la codicia y de la indiferencia ante las necesidades de los menos afortunados. Si somos honestos con nosotros mismos, también nosotros podemos encontrar duras las enseñanzas de Jesús. 3. Qué difícil es perdonar siempre a quienes nos hieren. Qué desafiante es acoger siempre al emigrante y al extranjero. Qué doloroso es soportar la desilusión, el rechazo, la traición. Qué incómodo es proteger los derechos de los más frágiles, de los que aún no han nacido o de los más ancianos, que parece que obstaculizan nuestro sentido de libertad. Sin embargo, es justamente en esas circunstancias en las que el Señor nos pregunta: ¿También vosotros queréis marcharos?. Con la fuerza del espíritu que nos anima y con el Señor siempre a nuestro lado, podemos responder: nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios. Con el pueblo de Israel, podemos repetir como Israel en la primera lectura: También nosotros serviremos al Señor, ¡porque Él es nuestro Dios! (Josué 24, 18) (26-8-2018).

Josué 24, 1-2a.15-17.18b: Josué reunió todas las tribus de Israel en Siquén y llamó a los ancianos de Israel, a los jefes, a los jueces y a los magistrados. Y se presentaron ante Dios. Josué dijo a todo el pueblo: Si os resulta duro servir al Señor, elegid a quien servir: si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitáis; que yo y mi casa serviremos al Señor. El pueblo respondió: ¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para ir a servir a otros dioses! Porque el Señor nuestro Dios es quien nos sacó, a nosotros y a nuestros padres, de Egipto, de la casa de la esclavitud; y quien hizo a nuestros ojos aquellos grandes prodigios y nos guardó en todo nuestro peregrinar y entre todos los pueblos por los que atravesamos. También nosotros serviremos al Señor: ¡Porque él es nuestro Dios!.

Salmo 33, 2-3.16-23: Gustad y ved que bueno es el Señor.

Efesios 5, 21-32: Hermanos: Sed sumisos unos a otros en el temor de Cristo: las mujeres, a sus maridos, como el Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Como la iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su iglesia: él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para presentársela gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse así mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. Es este un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la iglesia.

Juan 6, 60-69: Muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?. Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: ¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son Espíritu y vida. Y, con todo, hay alguno de entre vosotros que no creen. Pues Jesús sabía desde el principio quienes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede. Desde entonces muchos discípulos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los doce: ¿También vosotros queréis marcharos?. Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios.

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