Lectura diaria de la Biblia

12 de enero 2020 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.

FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

Papa Francisco: Hoy, al final del tiempo litúrgico de Navidad, celebramos la fiesta del Bautismo del Señor. Jesús está en medio del pueblo. El gentío no es solo un fondo de la escena, sino un componente esencial del evento. Antes de sumergirse en el agua, Jesús “se sumerge” en la multitud, se une a ella asumiendo plenamente la condición humana, compartiendo todo, excepto el pecado. En su santidad divina, llena de gracia y misericordia, el Hijo de Dios se hizo carne para quitar de nosotros y cargar sobre sí el pecado del mundo: tomar nuestras miserias, nuestra condición humana. Por eso, hoy también es una epifanía, porque yendo a bautizarse por Juan, en medio de la gente penitente de su pueblo, Jesús manifiesta la lógica y el significado de su misión. Uniéndose al pueblo que pide a Juan el bautismo de conversión, Jesús también comparte el profundo deseo de renovación interior. Y el Espíritu Santo que desciende sobre Él “como una paloma” es la señal de que con Jesús comienza un nuevo mundo, una “nueva creación” que incluye a todos los que acogen a Cristo en su vida. También a cada uno de nosotros, que hemos renacido con Cristo en el bautismo, están dirigidas las palabras del Padre: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco”. Este amor del Padre, que hemos recibido todos nosotros el día de nuestro bautismo, es una llama que ha sido encendida en nuestros corazones y necesita que la alimentemos con la oración y la caridad. El bautismo es el comienzo de la vida pública de Jesús, de su misión en el mundo como enviado del Padre para manifestar su bondad y su amor a los hombres. Esta misión se realiza en una unión constante y perfecta con el Padre y el Espíritu Santo. También la misión de la Iglesia y la de cada uno de nosotros, para ser fiel y fructífera, está llamada a “injertarse” en la de Jesús. Se trata de regenerar continuamente en la oración la evangelización y el apostolado, para dar un claro testimonio cristiano, no según los proyectos humanos, sino según el plan y en estilo de Dios. La Fiesta del Bautismo del Señor es una ocasión propicia para renovar con gratitud y convicción las promesas de nuestro bautismo, comprometiéndonos a vivir diariamente en coherencia con él. También es muy importante saber la fecha de nuestro Bautismo. Si alguno de vosotros no la conoce, al volver a casa (o a la parroquia), que lo pregunte: “¿En qué día me bautizaron?”. Es una fecha que se guarda en el corazón para celebrarla cada año (13-1-2019).

Isaías 42, 1-4.6-7: Esto dice el Señor: Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones: No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no lo apagará. Manifestará la justicia con verdad. No vacilará ni se quebrará hasta implantar la justicia en el país. En su ley esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia, te tomé de la mano, te formé e hice de ti alianza de un pueblo y luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la cárcel, y de la prisión a los que habitan en las tinieblas.

Salmo 28, 1-4.9-10: El Señor bendice a su pueblo con la paz.

Hechos 10, 34-38: Pedro tomó la palabra y dijo: Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la Buena Nueva de la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él.

Mateo 3, 13-17: Vino Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentó disuadirlo diciéndole: Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?. Jesús le contestó: Déjalo ahora. Conviene que así cumplamos toda justicia. Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrieron los cielos y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía: Éste es mi Hijo amado en quien me complazco.

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