Lectura diaria de la Biblia

16 de septiembre 2018 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.

Papa Francisco: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?. Pregunta que resuena aún hoy en nuestra conciencia, la de sus discípulos, y es decisiva para nuestra identidad y nuestra misión. Solo si reconocemos a Jesús en su verdad, seremos capaces de mirar la verdad de nuestra condición humana, y podremos dar nuestra aportación para la plena humanización de la sociedad. También hoy, queridos hermanos y hermanas, nuestra alegría es compartir esta fe y responder juntos al Señor Jesús: Tú eres para nosotros el Cristo, el Hijo de Dios vivo. Nuestra alegría también es ir a contra corriente e ir más allá de la opinión corriente, que, como entonces, no logra ver en Jesús más que a un profeta o a un maestro. Nuestra alegría es reconocer en Él la presencia de Dios, el enviado del Padre, el Hijo que vino para ser instrumento de salvación para la humanidad. Esta profesión de fe proclamada por Simón Pedro es también para nosotros. La misma no representa solo el fundamento de nuestra salvación, sino también el camino a través del cual ella se realiza y la meta a la cual tiende (10-11-2015).

Isaías 50, 5-9a: El Señor Dios me abrió el oído; yo no me resistí, ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba. No oculte el rostro a insultos y salivazos. El Señor me ayudaba, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda: ¿quién me condenará?

Sal 114, 1-9: Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.

Santiago 2, 14-18: ¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos del alimento diario, y que uno de vosotros les dice: Id en paz: abrigaos y saciaos, pero no le da lo necesario para el cuerpo: ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no tiene obras, está muerta por dentro. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame esa fe tuya sin las obras y yo, con las obras, te mostraré mi fe.

Marcos 8, 27-35: Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino preguntó a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos le contestaron: Unos, Juan Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas. Él les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy?. Tomando la palabra Pedro le dijo: Tú eres el Mesías. Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto. Y empezó a instruirlos: El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días. Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevo aparte y se puso a increparlo. Pero él se volvió, y mirando a los discípulos increpó a Pedro: ¡Ponte detrás de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!. Y llamando a la gente y a sus discípulos les dijo: El que quiera venirse en pos de mí, que se niegue así mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el evangelio, la salvará.

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