Lectura diaria de la Biblia

7 de agosto 2018 – martes. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.

Papa Francisco: (Ánimo, soy yo) Para algunos el encuentro con Jesús es algo esperado, deseado, buscado por largo tiempo, como nos lo demuestra la parábola del comerciante que da vueltas por el mundo para encontrar algo de valor. Para otros ocurre de forma improvista, casi por casualidad. Dios se deja encontrar de una manera o de otra, porque es Él el primero que desea encontrarnos: vino para ser el Dios con nosotros. Y Jesús está entre nosotros: Cuando os reunís en mi nombre, yo estoy entre vosotros.

Después que la gente se hubo saciado, enseguida Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. A la cuarta vela de la noche se le acercó Jesús, andando sobre el mar. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo enseguida: ¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!. Pedro le contestó: Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti sobre el agua. Él le dijo: Ven. Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: Señor, sálvame. Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?. En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él, diciendo: Realmente eres Hijo de Dios. Terminada la travesía, llegaron a tierra de Genesaret. Y los hombres de aquel lugar, apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y trajeron donde él a todos los enfermos. Le pedían tocar siquiera la orla de su manto, y cuantos la tocaron quedaban curados.

Jeremías 30, 1-2.12-15.18-22; Salmo 101, 16-23.29 . Mateo 14, 22-36

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