Lectura diaria de la Biblia

15 de febrero 2009 – Domingo

 

Levítico 13,1-2.44-46

El Señor dijo a Moisés y a Aarón: Cuando alguno tenga una inflamación, una erupción o una mancha en la piel, y se le produzca la lepra, será llevado ante Aarón, el sacerdote, o cualquiera de sus hijos sacerdotes. Se trata de un hombre con lepra: es impuro. El sacerdote lo declarará impuro de lepra en la cabeza. El que haya sido declarado enfermo de lepra andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: ¡impuro, impuro! Mientras le dure la afección, seguirá impuro; vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento.

 

Salmo 31 Tu eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación.

 

1Corintios 10,31-11,1

Hermanos: Cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios. No deis motivo de escándalo a los judíos, ni a los griegos, ni a la iglesia de Dios como yo, por mi parte, procuro contentar en todo a todos, no buscando mi propio bien, sino el de la mayoría para que se salven. Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo.

 

Marcos 1,40-45

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: Si quieres, puedes limpiarme. Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó diciendo: Quiero: queda limpio. La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él lo despidió,  encargándole severamente: No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés. Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.

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