Homilía

Decía Mateo Alemán que suele decir  que el hombre que apetece soledad tiene mucho de Dios o de bestia.

Y Chateu señalaba que: “la soledad es perniciosa para quien no vive en ella con Dios”

La vida en soledad tan ansiada por los monjes (pensemos en los cartujos) es un camino de espiritualidad para buscar a Dios y encontrarse consigo mismo. Jesús se marchó a un sitio tranquilo y apartado.

Al saberlo la gente siguió a Jesús por tierra desde los pueblos y Jesús se entrega con una actitud sociable de gran calidad. La entrega de Jesús no depende de quienes son, y menos de cuantas personas son las implicadas. Tampoco depende de los medios materiales. La entrega sociable de Jesús depende de su mirada y de su voluntad. Cuenta con nosotros aunque no dispongamos de nada: “Dadle vosotros de comer” Jesús cuenta con nosotros, aunque sea poco lo que podamos ofrecer. ¿Qué podemos nosotros poner en la obra de Dios?

Sólo Dios puede crear, pero nosotros podemos revalorizar lo creado.

Sólo Dios puede dar la vida, pero nosotros podemos transmitirla y defenderla.

Sólo Dios puede dar la fe, pero nosotros podemos dar testimonio de ella.

Sólo Dios puede infundirnos esperanza, pero nosotros podemos devolverle confianza.

Sólo Dios puede dar el amor, pero nosotros podemos demostrarlo.

Sólo Dios puede otorgarnos la paz, pero nosotros podemos vivir unidos.

Sólo Dios puede dar fortaleza, pero nosotros podemos ser el apoyo y el consuelo.

Sólo Dios es el camino, pero nosotros podemos enseñarlo a otros.

Sólo Dios es la luz, pero nosotros podemos ser su lámpara.

Sólo Dios puede hacer milagros, pero nosotros podemos llevar los cinco panes y los dos peces.

Sólo Dios puede hacer imposibles, pero nosotros podemos hacer todo lo posible.

Sólo Dios puede bastarse a si mismo, pero a preferido necesitarnos a nosotros.

Necesitamos fe: sólo la falta de fe es lo único que ata las manos de Dios.

Dice una oración del S. XVI: Cristo, no tiene manos: tiene sólo nuestras manos para realizar hoy su tarea.

Cristo, no tiene pies: tiene sólo nuestros pies para guiar a los hombres en su camino.

Cristo, no tiene labios: tiene sólo nuestros labios para anunciar la buena nueva a los hombres de hoy.

Cristo, no tiene recursos: tiene sólo nuestra ayuda para lograr que todos los hombres lleguen a Dios y se sientan hermanos.

Que el Señor Jesús nos ayude a entender que todo lo que tenemos que hacer como si dependiera de nosotros, en último término, depende de El. Que de la pobreza de nuestra vida, Jesús quiere repartir a manos llenas amor y misericordia.

Homilía 3-8-08

David

Sacerdote

Parroquia San Francisco y Santa Clara

Fuenlabrada (Madrid)

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