Lectura diaria de la Biblia

14 de agosto 2011 – Domingo

 

Mundo: Ante las pruebas de la vida, hay quienes se revelan contra Dios. La cananea siguió confiando en quien tiene la salvación para todos.

 

Fe: ¡Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David! –Qué grande es tu fe.

 

Is 56, 1.6-7: Así dice el Señor: Guardad el derecho, practicad la justicia, que mi salvación está para llegar y se va a revelar mi victoria. A los extranjeros que se han dado al Señor, para servirlo, para amar el nombre del Señor y ser sus servidores, que guardan el sábado sin profanarlo y perseveran  en mi alianza: los traeré a mi Monte Santo, los alegraré en mi casa de oración; aceptaré sobre mi altar sus holocaustos, porque mi casa es casa de oración y así la llamarán todos los pueblos.  
 

Sal 66, 2-3.5-6.8: Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

                                            

Rm 11, 13-15.29-32: Os digo a vosotros, gentiles: Mientras sea vuestro apóstol, haré honor a mi ministerio, por ver si despierto emulación en los de mi raza y salvo a algunos de ellos. Si su reprobación es reconciliación del mundo, ¿qué será su reintegración sino un volver de la muerte a la vida? Los dones y la llamada de Dios son irrevocables. Vosotros, en otro tiempo, desobedecisteis a Dios; pero ahora, al desobedecer ellos, habéis obtenido misericordia. Así también ellos, que ahora no obedecen, con ocasión de la misericordia obtenida por vosotros, alcanzarán misericordia. Pues Dios nos encerró a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos.

 

Mateo 15, 21-28: Jesús salió y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo. El no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: Atiéndela, que viene detrás gritando. El les contestó: Solo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel. Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió de rodillas: Señor, socórreme. Él le contestó: No está bien echar a los perros el pan de los hijos. Pero ella repuso: Tienes razón, Señor; pero también los perros comen las migajas que caen de la mesa de los amos. Jesús le respondió: Mujer, que grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas. En aquel momento quedó curada su hija.

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