La crisis y Dios

 

La crisis trae desasosiego y uno se refugia en el Señor, esperando paz. El Señor le despeja los nubarrones del horizonte, pero también nos dice que vayamos en auxilio de los que están bajo los nubarrones, de los que ya han sido victimas. ¿Qué podemos hacer? ¿Quedarnos bajo el influjo de la contemplación o actuar? A nosotros no nos ha pillado de pleno en realidad. El sentirnos perturbados y mermados en nuestra economía ¿nos da derecho a buscar la protección del Señor y la calma a nuestra zozobra? ¿O sería mejor compartir aquello que nos queda y poner nuestra seguridad económica en manos de Dios? ¡Qué mala es la crisis económica! Te rompe tus esquemas y te pone ante una tesitura oscura llena de incertidumbre.

 

Todos son caminos difíciles los que tenemos ante nosotros. Podemos coger la alternativa de esperar en el Señor. ¡Que frase más esperanzadora y reconfortante! Pero… ¿puede ser buena la inactividad, esperando que el Señor lo resuelva todo? ¿No nos recuerda esto, el que escondió las monedas por temor a perderlas? A éste le quitaron las monedas y lo que tenía. También nos recuerda otro pasaje: ¿Qué puedo hacer para salvarme, Señor? Cumplir los Mandamientos. Ya los cumplo, Señor. Pues vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y sígueme. Se fue triste, sin hacer caso a Jesús, era rico. ¡Cómo interroga la palabra de Dios, no nos deja tiempo para el descanso mientras haya un necesitado cerca! Pero la crisis actúa en su contra, es mala, máxime si cierra muchas puertas a muchas iniciativas.

 

Gracias a que tenemos un Dios que sabe amar, un Dios que es torrente de amor hacia nosotros y siempre nos perdona. Pero Él, también quiere amor; Él, derrama misericordia pero quiere reflexión, reconocimiento y humildad por nuestra parte. Dios, nunca nos cerrará las puertas si vamos a Él contritos por nuestros tropiezos, admitiendo nuestra impotencia, nuestra incapacidad para obrar siempre acertadamente. A menudo nos inunda un manojo de dudas y eso lo sabe el Señor. Si nos falta la generosidad y nos aislamos, si nos recluimos en nuestra casa para no gastar o no ser descubiertos, tan malo es esto como ir llenos de soberbia por la calle, considerando a los demás por debajo de nosotros, siendo insensibles a sus necesidades, y eso también lo sabe el Señor. A veces podemos pensar… ¿Por qué he de preocuparme por los que menos tienen? ¿No tengo yo bastante con mis problemas que no me dejan vivir como yo quiero? Éste es el hombre. Me gustaría ser mejor, pero poco hago para serlo, no se que camino tomar, y si tomo uno no sé si será el acertado.

 

Pidamos al Señor que nos ayude a superar la crisis y dé valentía y honradez a los que nos gobiernan para administrar acertadamente nuestro dinero.

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