Lectura diaria de la Biblia

5 de Febrero 2016 – Viernes. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.

Papa Francisco: Juan acabó mal, decapitado por orden de Herodes: el precio de un espectáculo para la corte en un banquete. Cuando existe la corte es posible hacer de todo: la corrupción, los vicios, los crímenes. Las cortes favorecen estas cosas. Juan quiso imitar a Cristo. Los fariseos y los doctores creían que él era el Mesías. Herodes, que lo había asesinado, creía que Jesús fuese Juan. El Bautista siguió el camino de Jesús, sobre todo en el camino del abajamiento. Juan se humilló, se abajó hasta el final, hasta la muerte, del mismo estilo vergonzoso de muerte del Señor: Jesús como un malhechor, como un criminal en la cruz, y Juan víctima de un hombre débil y lujurioso: dos muertes humillantes. ¿Vamos por el camino de Jesucristo, el camino de la humillación, de la humildad, de abajamiento para el servicio?

Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: Pídeme lo que quieras, que te lo doy. Y le juró: Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino. Ella salió a preguntarle a su madre: ¿Qué le pido?. La madre le contestó: La cabeza de Juan, el Bautista. Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista. El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. Enseguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.

Eclesiástico 47, 2-13; Salmo 17, 31.47.50-51 . Marcos 6, 14-29

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