Lectura diaria de la Biblia

26 de Septiembre 2010 – Domingo

 

Mundo: Quien rechaza a Dios desprecia a sus hijos, los pobres: viste ropas de marca y organiza grandes banquetes, y no da ni las migajas al pobre cubierto de llagas.

 

Fe: Esta vida es una preparación de la otra: con la muerte termina el tiempo de merecer. Amar a Dios se manifiesta en amar a los marginados de la sociedad.

 

Am 6, 1a.4-7: Así dice el Señor todopoderoso: Ay de los que se fían de Sión, confían en el monte de Samaria. Os acostáis en lechos de marfil, tumbados sobre las camas, coméis los carneros del rebaño y las terneras del establo; canturreáis al son del arpa, inventáis, como David, instrumentos musicales, bebéis vinos generosos, os ungís con los mejores perfumes, y no os doléis de los desastres de José. Por eso irán al destierro, a la cabeza de los cautivos. Se acabó la orgía de los disolutos.  

 

Sal 145, 7-10: Alaba, alma mía al Señor.

                                            

1Tm 6,11-16: Hombre de Dios, practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza. Combate el buen combate de la fe. Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y de la que hiciste noble profesión ante muchos testigos. En presencia de Dios que da la vida al universo y de Cristo Jesús que dio testimonio ante Poncio Pilato: te insisto en que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo, que en tiempo oportuno mostrará el bienaventurado y único soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único poseedor de la inmortalidad, que habita en una luz inaccesible a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A él honor e imperio eterno. Amén.  

 

Lucas 16, 19-31: Dijo Jesús a los fariseos: Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas y con gana de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie se lo daba. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Sucedió que se murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico y lo enterraron y estando en el infierno, en medio de los tomentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno, y gritó: “Padre Abrahán ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan esta llamas”. Pero Abrahán le contestó: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida y Lázaro a su vez males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros”. El rico insistió: “Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento”. Abrahán le dice: “Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”. El rico contestó: “No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán”. Abrahán le dijo: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto”.

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