Lectura diaria de la Biblia

19 de mayo 2020 – martes. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.

Papa Francisco: Será el Espíritu Santo quien nos haga entender que el príncipe de este mundo ya está condenado. Nosotros debemos pedir al Espíritu Santo la gracia de entender bien esto: El demonio es un derrotado; no está muerto, está vivo; o podemos decir que es un moribundo. No puede prometer nada, no puede darnos la esperanza de construir algo. No, es un derrotado. Tiene esta capacidad de seducir. Te promete cosas, te lleva regalos –bonitos, bien envueltos- pero tú no sabes qué hay dentro. Sabe presentar a nuestra vanidad, a nuestra curiosidad, sus propuestas. Va a morir, pero como el dragón, como el cocodrilo –que cuando va a morir, los cazadores dicen: “no te acerques al cocodrilo, porque con un golpe de la cola te puede mandar al otro mundo- es peligrosísimo”. Y es un seductor. Se presenta con todo el poder. Y nosotros, tontos, creemos. “Padre, ¿qué hago ante este diablo derrotado, pero astuto, mentiroso, seductor que quiere tomarme para sí? ¿Qué debo hacer?”. Jesús nos dice: “Vigilad y rezad”. La primera arma es la “oración” y cuando la seducción es fuerte, penitencia, ayuno. Hay que estar atentos y no dialogar con el diablo. “El príncipe de este mundo ya está condenado”. Es un condenado, es un derrotado, es un encadenado que va a morir; pero es capaz de hacer masacres. Los padres de la Iglesia dicen: “En el tiempo de las turbaciones espirituales, refugiarse bajo el manto de la gran Madre de Dios”. Ir donde la Madre (8-5-2018).

Dijo Jesús a sus discípulos: “Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿A dónde vas?”. Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado.

Hechos 16, 22-34; Salmo 137, 1-3.7-8 . Juan 16, 5-11

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