Lectura diaria de la Biblia

23 de diciembre 2018 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.

Papa Francisco: El Evangelio de este domingo de Adviento subraya la figura de María. La vemos cuando, justo después de haber concebido en la fe al Hijo de Dios, afronta el largo viaje de Nazaret de Galilea a los montes de Judea, para ir a visitar y a ayudar a su prima Isabel, que se siente envuelta de un gran asombro: ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?. Para celebrar bien la Navidad, estamos llamados a detenernos en los lugares del asombro. Son tres. El primer lugar es el otro, en quien reconocemos a un hermano. El segundo es la historia. Muchas veces creemos verla por el lado justo, y sin embargo corremos el riesgo de leerla al revés. Un tercer lugar de asombro es la Iglesia: mirarla con el asombro de la fe significa sentirla como Madre que, aun entre manchas y arrugas, deja ver las características de la esposa amada y purificada por Cristo Señor. En Navidad Dios se nos dona enteramente dándonos a su Hijo, el Único, que es toda su alegría. Y solo con el corazón de María, la humilde y pobre hija de Sión, convertida en Madre del Hijo del Altísimo, es posible exultar y alegrarse por el gran don de Dios y por su imprevisible sorpresa. El encuentro con Jesús nos hará también sentir a nosotros este gran asombro. Pero no podemos tener este asombro, no podemos encontrar a Jesús, si no lo encontramos en los demás, en la historia y en la Iglesia (20-12-2015).

Miqueas 5, 1-4a: Así dice el Señor: Pero tú, Belen de Efratá, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel. Su origen es desde lo antiguo, de tiempo inmemorial. Los entregará hasta el tiempo en que la madre dé a luz, y el resto de sus hermanos retornarán a los hijos de Israel. En pie, pastoreará con la fuerza del Señor, por el nombre glorioso del Señor su Dios. Habitarán tranquilos porque se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y ésta será nuestra paz.

Salmo 79, 2-3.15-19: Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

Hebreos 10, 5-10: Al entrar Cristo en el mundo, dice: Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas; pero me formaste un cuerpo; no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije: He aquí que vengo –pues así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí- para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad. Primero dice: No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni victimas expiatorias -que se ofrecen según la Ley-. Después añade: He aquí que vengo para hacer tu voluntad. Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la ablación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

Lucas 1, 39-45: En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino deprisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá!.

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