Lectura diaria de la Biblia

26 de agosto 2018 – domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre.

Papa Francisco: Hoy concluye la lectura del discurso sobre el Pan de vida que Jesús pronunció el día después del milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Al final de su discurso, el gran entusiasmo del día anterior se desvaneció, porque Jesús había dicho que era el Pan bajado del cielo y que daría su carne como alimento y su sangre como bebida. Desde ese momento, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con Él. Frente a estas deserciones, Jesús no regatea ni atenúa sus palabras, es más: obliga a hacer una elección clara: o estar con Él o separarse de Él, y les dice a los doce: ¿También vosotros queréis marcharos?. Entonces, Pedro hace su confesión de fe en nombre de los otros Apóstoles: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de Vida eterna. No dice: ¿a dónde iremos?, sino ¿a quién iremos?. El problema de fondo no es ir y abandonar la obra emprendida, sino a quién ir. La fidelidad a Dios es una cuestión de fidelidad a una persona, a la cual nos adherimos para recorrer juntos su mismo camino. Y esta persona es Jesús. Todo lo que tenemos en el mundo no sacia nuestra hambre de infinito. ¡Tenemos necesidad de Jesús, de estar con Él, de alimentarnos en su mesa, con sus palabras de vida eterna! Creer en Jesús significa hacer de Él el centro, el sentido de nuestra vida (23-8-2015).

Josué 24, 1-2a.15-17.18b: Josué reunió todas las tribus de Israel en Siquén y llamó a los ancianos, a los jefes, a los jueces, a los magistrados para que se presentasen ante Dios. Josué dijo a todo el pueblo: Si no os parece bien servir al Señor escoged a quien servir: a los dioses a quienes sirvieron vuestros antepasados al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitáis. Yo y mi casa serviremos al Señor. El pueblo respondió: ¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de Egipto, de la esclavitud; Él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre los pueblos por donde cruzamos. También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!

Salmo 33, 2-3.16-23: Gustad y ved que bueno es el Señor.

Efesios 5, 21-32: Sed sumisos unos a otros en el temor de Cristo: las mujeres, a sus maridos, como el Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Como la iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para presentársela gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse así mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. Es este un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la iglesia.

Juan 6, 60-69: Muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?. Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: ¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son Espíritu y vida. Y con todo, hay alguno de entre vosotros que no creen. Pues Jesús sabía desde el principio quienes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede. Desde entonces muchos discípulos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los doce: ¿También vosotros queréis marcharos?. Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios.

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