Lectura diaria de la Biblia

28 de Octubre 2012 – Domingo. Leed la Biblia, es la mejor forma de conocer a Dios y al hombre. 

Mundo: ¿Qué quieres que haga por ti? Es la pregunta de Cristo, que quiere hacer el bien a todos, sin excepción: ¿qué vea?, ¿qué sea feliz?, ¿qué vuelva a ti?

Fe: Hijo de David, ten compasión de mí: que pueda ver.  

Jr 31, 7-9: Así dice el Señor: Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por el mejor de los pueblos; proclamad, alabad y decid: El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel. Mirad que yo os traeré del país del norte, os congregaré de los confines de la tierra. Entre ellos hay ciegos y cojos, preñadas y paridas: una gran multitud retorna. Se marcharon llorando, los guiaré entre consuelos; los llevaré a torrentes de agua, por un camino llano en que no tropezarán. Seré un padre para Israel, Efraín será mi primogénito.

Sal 125, 1-6: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Hb 5, 1-6: Todo sumo sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. A causa de ellas tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama, como en el caso de Aarón. Tampoco Cristo se confirió así mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino aquel que le dijo: Tu eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy, o como dice otro pasaje de la Escritura: Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.

Marcos 10, 46-52: Al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí. Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: Hijo de David, ten compasión de mí. Jesús se detuvo y dijo: Llamadlo. Llamaron al ciego diciéndole: Ánimo, levántate, que te llama. Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: ¿Qué quieres que haga por ti? El ciego le contestó: Maestro, que pueda ver. Jesús le dijo: Anda, tu fe te he curado. Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

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