Archivo de abril de 2011

Lectura diaria de la Biblia

sábado, 30 de abril de 2011

30 de abril 2011 – Sábado

 

Mundo: Los apóstoles tampoco creían en la resurrección de Cristo, pero no se cerraron a la evidencia y a la fe.

 

Fe: Las vacilaciones de tus apóstoles nos ayudan a reafirmar la fe en tu resurrección.

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron. Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando a una finca. También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación.

 

Hch 4, 13-21; Sal 117, 1.14-21 . Marcos 16, 9-15 

Lectura diaria de a Biblia

viernes, 29 de abril de 2011

29 de abril 2011 – Viernes

 

Mundo: ¡Cuánto más llena estaría la vida de los hombres si tuvieran a Cristo, como los apóstoles!

 

Fe: Jesús en persona multiplica la pesca, enciende el fuego, come con los apóstoles… El resucitado está en la vida de quien lo acepta.

Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberiádes. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Cebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: Me voy a pescar. Ellos contestan: Vamos también nosotros contigo. Salieron y se embarcaron; y aquella noche no pescaron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: Muchachos, ¿tenéis pescado? Ellos contestaron: No. Él les dice: Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: Es el Señor. Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: Traed de los peces que acabáis de pescar. Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: Ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: Vamos, almorzad. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quien era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.  

 

Hch 4, 1-12; Sal 117, 1-4.22-27 . Juan 21, 1-14 

Lectura diaria de la Biblia

jueves, 28 de abril de 2011

28 de abril 2011 – Jueves

 

Mundo: La mente mundana no entiende que haya en esta vida sufrimientos: para resucitar hay que morir.

 

Fe: ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior? Soy yo en persona.

Contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y como habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: Paz a vosotros. Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: ¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos como veis que yo tengo. Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: ¿Tenéis ahí algo de comer? Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse. Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: Así estaba escrito: El Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.  

 

Hch 3, 11-26; Sal 8, 2-9 . Lucas 24, 35-48 

Lectura diaria de la Biblia

miércoles, 27 de abril de 2011

27 de abril 2011 – Miércoles

 

Mundo: Cristo sale al encuentro de los alejados, pero muchos no quieren ver que es él.

 

Fe: ¿No ardía nuestro corazón cuando nos hablaba el Señor?: lo reconocieron al partir el pan.

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: ¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?. Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?. Él les preguntó: ¿Qué?. Ellos le contestaron: Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron. Entonces Jesús les dijo: ¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?. Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída. Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?. Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaron los que les había pasado por el camino y como lo habían reconocido al partir el pan.

 

Hch 3, 1-10; Sal 104, 1-9 . Lucas 24, 13-35 

Lectura diaria de la Biblia

martes, 26 de abril de 2011

26 de abril 2011 – Martes

 

Mundo: María no podía ver al Señor, por sus lágrimas; otros, porque miran a otra parte.

 

Fe: A Jesús se le reconoce con los ojos de la fe, cuando nos llama por el nombre, cuando nos da la paz.

Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntaban: Mujer, ¿por qué lloras?. Ella les contesta: Porque se han llevado a mi Señor y no se donde lo han puesto. Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?. Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: Señor, si tú te lo has llevado, dime donde lo has puesto y yo lo recogeré. Jesús le dice: ¡María!. Ella se vuelve y le dice: ¡Rabboni!, que significa ¡Maestro!. Jesús le dice: Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”. María Magdalena fue y anunció a los discípulos: He visto al Señor y ha dicho esto.

 

Hch 2, 36-41; Sal 32, 4-5.18-22 . Juan 20, 11-18 

Lectura diaria de la Biblia

lunes, 25 de abril de 2011

25 de abril 2011 – Lunes

 

Mundo: Había intereses creados para negar que Cristo había resucitado. Y hay quien sigue engañándose sin aceptarlo.

 

Fe: Si Jesús no hubiera resucitado, nuestra fe carecería de fundamento. ¡No tengáis miedo, alegraos!

Las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: Alegraos. Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: No tengáis miedo: Id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán. Mientras las mujeres iban de camino, algunos de los guardias fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros. Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo hasta hoy.

 

Hch 2, 14.22-33; Sal 15, 1-2.5-11 . Mateo 28, 8-15 

¡¡¡CRISTO HA RESUCITADO!!!

lunes, 25 de abril de 2011

 

¿Qué me queda después de haber vivido intensamente la Semana Santa?

¡Que mi dolor se ha visto mermado!

¡Ante el dolor de Cristo lo mío no es nada!

¡Mi vida se ha transformado!

¡Ya soy libre en el modo de pensar!

¡Ningún mal pensamiento me atenaza!

¡Cristo me ha liberado del pecado porque me ha perdonado!

¡Cristo me ha dado un corazón puro y grande para poder yo perdonar!

¡Ya nada me entristece: la enfermedad y el dolor lo vivo con esperanza!

¡Un pensamiento me tenía esclavizado, me mantenía triste, me había inutilizado!

 

Cristo quiere que mi vida se llene de amor hacia el que se fue, pero también hacia el que queda.

Cristo quiere que viva el presente con determinación.

El mundo lo tenemos que transformar nosotros.

No debemos mirar al pasado: ni con añoranza ni con rencor. El hecho de mirar hacia atrás nos petrifica y nos anula.

Dios quiere que seamos nosotros los inductores del cambio.

Estaba escrito que lo que ocurrió en Israel tenía que ocurrir, el hombre de entonces no daba más de sí. El hombre del futuro debe ser diferente; no puede cometer los mismos errores. Ni el pueblo contra su Iglesia, ni la Iglesia contra su pueblo. Solamente tenemos que empezar a actuar sin mayor dilación, pero movidos por el amor de Cristo, para que no sea estéril su muerte, para que no sean estériles sus enseñanzas.

 

Dios siempre premia al justo. Cristo, su Hijo, fue justo y amoroso: Dios lo resucitó. Si nosotros ya libres del pecado, somos justos y amorosos con nuestro prójimo, Dios nos resucitará, y colmará todos nuestros deseos de bienestar, de paz y de concordia. Nadie quedará defraudado si espera en el Señor. Incluso, podemos adelantar su vuelta.

 

En estos días de Semana Santa hemos aprendido la lección: Entrega, entrega, entrega.  Y no es imposible. Lo que tenemos que hacer, es ponerlo en nuestro programa del día a día y acostumbrarnos a obrar así. Después será nuestro modo de vida. Entonces lo que nos parecerá mal, será obrar de otro modo, de manera contraria a lo que Dios espera de nosotros.

 

Piensa que para dar el salto de este mundo al otro, nos examinarán del amor. Esta vida es un soplo. Recuerda desde que naciste hasta ahora. Cuatro imágenes tienes en el recuerdo. Pues así pasará lo que queda “en un abrir y cerrar de ojos” como se dice coloquialmente. No nos agarremos tanto a las cosas, todo es pasajero. Tú solo eres eterno. Vive la vida de tal manera que el recuerdo de tus acciones te llenen de satisfacción y orgullo. Crea un entorno lleno de gratitud y de ilusión. Te digo lo que te decía en un principio: Ya eres libre y nadie puede nada contra ti. Podrán matar tu cuerpo, pero tu espíritu prevalecerá sobre toda agresión. Y si Dios te concede la gracia de llegar a viejo/vieja, piensa en la semilla cuando está en la tierra: se destruye agotándose poco a poco para que de ese cuerpo nazca un nuevo retoño, una nueva vida, para nunca más morir.

¡¡¡Cristo ha Resucitado, Aleluya!!! ¡¡¡Cristo es nuestro guía, Aleluya!!!        

Diego Caballero – Madrid a 24-4-11

Lectura diaria de la Biblia

sábado, 23 de abril de 2011

24 de Abril 2011 – Domingo

DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

Mundo: Hombres de mundo, ¿por qué seguís buscando entre los muertos al que vive? ¡Resucitó!

Fe: La vida del cristiano está escondida en Dios con Jesús resucitado, triunfador del pecado y de la muerte.

VIGILIA PASCUAL EN LA NOCHE SANTA

Gn 1, 1-2, 2: Vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno.

Gn 22, 1-18: El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe.

Ex 14, 15-15, 1: Los israelitas pasaron el mar a pie enjuto.

Is. 54, 5-14: Con misericordia eterna te quiere el Señor, tu redentor.

Is 55, 1-11: Venid a mí: Sellaré con vosotros una alianza perpetua.

Ba 3, 9-15.32-4, 4: Camina a la claridad del resplandor de Señor.

Ez 36, 16-28: Derramaré agua pura, os daré un corazón nuevo.

Rm 6, 3-11: Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo, fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue despertado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en un resurrección como la suya. Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores y nosotros libres de la esclavitud del pecado; porque el que muere ha quedado absuelto del pecado. Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios. Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

Sal 117, 1-2.16-17.22-23: Aleluya, Aleluya, aleluya.

Mateo 28, 1-10: En la madrugada del sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las mujeres: vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí: HA RESUCITADO, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id a prisa a decir a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis. Mirad, os lo he anunciado. Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: Alegraos. Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.

MISA DEL DÍA DE PASCUA

Hch 10, 3a.37-43: Pedro tomó la palabra y dijo: Vosotros conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero, pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de la resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.

Sal 117, 1-2.16-17.22-23: Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

Col 3, 1-4: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.

Juan 20, 1-9: El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aun estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos donde lo han puesto. Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Lectura diaria de la Biblia

viernes, 22 de abril de 2011

22 de abril 2011 – Viernes

 

VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

 

Mundo: Cristo entrega su vida para que tenga vida el mundo que lo rechaza.

 

Fe: Jesús Nazareno Rey de los Judíos… y de todo corazón que adora al Crucificado.

 

Is 52, 13-53, 12: Fue traspasado por nuestras rebeliones.

Sal 30, 2.6.12-17.25: Padre, a tus manos encomiendo mi Espíritu.

Hb 4, 14-16; 5, 7-9: A pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer.

 

JUAN 18, 1-19, 42: PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN JUAN

Salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis?. Le contestaron: A Jesús, el Nazareno. Les dijo Jesús: Yo soy. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: Yo soy, retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez: ¿A quién buscáis?. Ellos dijeron: A Jesús, el Nazareno. Jesús contestó: Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos. Y así se cumplió lo que había dicho: No he perdido a ninguno de los que me diste. Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro: Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?.

 

Llevaron a Jesús ante Anás y Caifás. Pedro niega a Jesús

La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: Conviene que muera un solo hombre por el pueblo. Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Él dijo: No lo soy. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contestó: Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de que les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo: ¿Así contestas al sumo sacerdote?. Jesús respondió: Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿Por qué me pegas?. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.

Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron: ¿No eres tú también de sus discípulos? Él lo negó, diciendo: No lo soy. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo: ¿No te he visto yo con él en el huerto?. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo.

 

Mi reino no es de este mundo

Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impurezas y poder así comer la Pascua. Salió Pilatos afuera, adonde estaban ellos, y dijo: ¿Qué acusación presentáis contra este hombre?. Le contestaron: Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos. Pilato les dijo: Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley. Los judíos le dijeron: No estamos autorizados para dar muerte a nadie. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el rey de los judíos?. Jesús le contestó: ¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?. Pilato replicó: ¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?. Jesús le contestó: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí. Pilato le dijo: Con qué, ¿tú eres rey?. Jesús le contestó: Tú lo dices: Soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz. Pilato le dijo: Y, ¿qué es la verdad?. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo: Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?. Volvieron a gritar: A ése no, a Barrabas. El tal Barrabas era un bandido.

 

¡Salve, rey de los judíos! ¡Crucifícalo!

Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían: ¡Salve, rey de los judíos!. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo: Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: Aquí lo tenéis. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: ¡Crucifícalo!, ¡crucifícalo!. Pilato les dijo: Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él. Los judíos le contestaron: Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús: ¿De donde eres tú?. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte? Jesús le contestó: No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: Si sueltas a ése, no eres amigo del Cesar. Todo el que se declara rey está contra el Cesar. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman el Enlosado (en hebreo Gábbata). Era el día de la preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos: Aquí tenéis a vuestro rey. Ellos gritaron: ¡Fuera, fuera; crucifícalo!. Pilato les dijo: ¿A vuestro rey voy a crucificar?. Contestaron los sumos sacerdotes: No tenemos más rey que al Cesar. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.

 

Lo crucificaron, y con él a otros dos

Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado de la Calavera (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en el que estaba escrito: Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos. Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: No escribas: “El rey de los judíos” sino: “Este ha dicho: Soy el rey de los judíos”. Pilato les contestó: Lo escrito, escrito está. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, tomaron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron: No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quien le toca. Así se cumplió la escritura: Se repartieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica. Esto hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaba su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego, dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la escritura dijo: Tengo sed. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre dijo: Está cumplido. E, inclinando la cabeza, entregó el Espíritu.

 

Y al punto salió sangre y agua

Los judíos entonces, como era el día de la preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilatos que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la escritura: No le quebrarán un hueso; y en otro lugar la escritura dice: Mirarán al que atravesaron.

 

Vendaron todo el cuerpo de Jesús, con los aromas

Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos. Pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.  

Lectura diaria de la Biblia

jueves, 21 de abril de 2011

21 de abril 2011 – Jueves

 

Mundo: La Eucaristía, el amor cristiano y el sacerdocio, dones de Cristo, son ridiculizados por sus enemigos.

 

Fe: Sin amor no se puede ser cristiano, y para amar es necesario la Eucaristía que nos ofrecen tus sacerdotes.

 

JUEVES SANTO DE LA CENA DEL SEÑOR

Ex 12, 1-8.11-14: Prescripciones sobre la cena pascual. Sal 115, 12-18: El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo

 

1Co 11, 23-26: Cuando coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor.

 

Juan 13, 1-15: Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, y ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándolos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: Señor, ¿lavarme los pies tú a mí? Jesús le replicó: Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde. Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le contestó: Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo. Simón Pedro le dijo: Señor no solo los pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo: Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos. Porque sabía quien lo iba a entregar, por eso dijo: No todos estáis limpios. Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.

Ex 12, 1-8.11-14; Sal 115, 12-18; 1Co 11, 23-26 . Juan 13, 1-15